A qué se deben los problemas de América
Latina: "Algo hicimos
mal"
Palabras del
Presidente de Costa Rica en
la Cumbre de la Américas
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y
latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de
América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi
siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados,
presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.
No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que
Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras
universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente,
como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos
eran más o menos iguales: todos eran pobres.
Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se
montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá,
Australia, Nueva Zelanda. y así la Revolución Industrial pasó por
América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente
perdimos la oportunidad.
También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América
Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que
Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que
viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir "una Ciudad sobre
una Colina", una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los
peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950,
Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur.
Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y
hoy Singapur -en cuestión de 35 ó 40 años- es un país con $40.000 de
ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los
latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal?
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal.
Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la
escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de
los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados
Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los
europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América
Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países
que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el
promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del
producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la
nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros
países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un
ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es
10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de
Estados Unidos, es culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es
grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del
siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en
el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado.
Porque no puede ser que el
mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza
del 80% de la población del mundo -en un planeta que tiene 2.500
millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día- y que gaste 13
veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados.
Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste
$50.000 millones en armas y soldados.
Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro?
El enemigo nuestro es la falta de educación;
es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo;
que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las
carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los
recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es
la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto,
entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros
hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en
los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de
noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y
que el mundo cambió.
Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente
pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que
todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden
en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los
latinoamericanos.
Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros
seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos
los "ismos" (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo,
liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos
encontraron un "ismo" muy realista para el siglo XXI y el final del
siglo XX, que es el pragmatismo.
Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando
Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado
cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera
muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas
que lo habían acompañado en la Larga Marcha: "Bueno, la verdad,
queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o
negro, lo único que me interesa es que cace ratones". Y si hubiera
estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que " la verdad
es que enriquecerse es glorioso ".
Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79
crecen a tasas altísimas y han sacado a cientos de millones de habitantes de
la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos
que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.
La buena noticia es que esto lo logró Deng Xiaoping cuando tenía 74
años.
Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de
los 74 años. Por eso
solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que
tenemos que hacer. Muchas gracias.
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