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Toma de rehenes: estrategias de abordaje

Tipos, evaluación de riesgo y estrategias de negociación según los motivos del captor

Por María de Luján Echevarría (*)

 

La toma de rehenes:

 

En general, una toma de rehenes es una situación que se produce como consecuencia de un delito frustrado perpetrado por delincuentes. 

Pero esta acción no es exclusiva de quienes delinquen. Por ello, la motivación que conduce a tal acción constituye por sí misma un elemento diferencial y determinante para obtener el perfil psicológico del autor. 
 

 

 

La crisis con toma de rehenes:

 

Las tomas de rehenes que se desencadenan a partir de un delito frustrado (recurrentes durante la década de 2000 en Argentina) suelen tener básicamente un mismo inicio, desarrollo y desenlace: la entrega del captor vía negociación o la reducción táctica. 

El delincuente intenta robar, alguien avisa a la policía, que sorprende al delincuente, y ante la posibilidad de confrontar con las fuerzas del orden, éste se repliega y toma rehenes. 

Luego aparecen las demandas: fuga, impunidad, un vehículo, los medios periodísticos, etcétera; estas demandas pueden ser realistas o no, y que serán o no negociables, según los criterios establecidos para la negociación. 

Dicho sea de paso, las demandas del delincuente son instrumentales: persiguen un fin. 

La habilidad del negociador radicará en persuadir al delincuente para que desista de aquellas demandas que no se pueden satisfacer. 

Por otra parte, la relación que el captor tiene con los rehenes es meramente circunstancial: el rehén está en el momento y lugar equivocados. No es un tema personal entre el captor y su víctima. 

Si la personalidad del delincuente contiene un fuerte componente psicopático, la agresión a los rehenes puede ser marcada, y su forma de exigir que se cumplan sus deseos es mediante la amenaza de ejecutar a un rehén. 

 

 

 

La toma de rehenes con vinculación emocional


A diferencia de la situación anterior, en la que un delincuente con intenciones de robo toma rehenes, hay situaciones en las que una persona en crisis, ante un desborde emocional, amenaza de muerte a otra, con la que tiene una vinculación afectiva o personal. 

Aquí no tenemos una situación con toma de rehenes, sino una crisis entre una víctima y su victimario. 

En ese caso, suelen aparecer demandas poco concretas, más bien de tipo expresivo, en las que el sujeto ventila hostilidades, y predomina el sentimiento de frustración y de angustia. 

La habilidad del negociador será convertir esas demandas de abstractas en concretas. Por ejemplo, transformar demandas de reconocimiento, respeto, etcétera, en una cuestión legal, asistencial u otra. 

Se empleará la técnica de “escucha activa” y persuasión. 

 

 

Toma de rehenes y psicosis


Ahora bien, en los casos anteriores nos referimos a sujetos dentro del campo de la normalidad o de la “neurosis”. ¿Qué ocurre cuando quien toma rehenes es un individuo psicótico?

En este caso es fundamental comprender qué motivo lo ha llevado a esto, cual es el significado qué él le da a su accionar. 

Tomemos como ejemplo a un sujeto atrincherado que amenaza con un cuchillo a otro, porque dice que es un “demonio” que lo persigue. Se lo ve atormentado, hiperalerta y angustiado. 

Esta persona no va a negociar o pedir algo a cambio de la liberación de su rehén; no pide un auto para huir con su víctima… simplemente se expresa, y es de riesgo justamente porque no hay demandas, pero casi seguramente sí hay perdida del juicio de realidad. 

Otro ejemplo es el de un sujeto joven que, exaltado pero con un discurso con aceptable coherencia, amenaza con un arma de fuego a una mujer a la que dice amar sin ser correspondido. Entonces, frustrado y enojado o furioso por su negativa, decide demostrarle “quien es”. 

Aquí no aparecen demandas de fondo; incluso puede ser la mujer nunca se haya relacionado amorosamente con el joven. Pero el agresor acusa una serie de insinuaciones por parte de ella, o quizás interpreta algunos mínimos actos (miradas, palabras, señales) como indicadores de su amor hacia él. Esto se conoce como delirio erotómano del paranoico. 

Simultáneamente cuando se llevó a cabo el allanamiento a su vivienda, se encontraron numerosas fotos y cartas dirigidas a ella (nunca enviadas), pegadas por las paredes de la casa, revelando un comportamiento obsesivo y bizarro. 

 

La estrategia de la negociación


¿Cuál es entonces la estrategia de la negociación?

Primeramente, hay de indagar: por qué se llega a esa situación, ha sido premeditada o no, qué se busca con esa acción, y cuales cree ese sujeto que van a ser sus consecuencias. 

No lograremos nada si intentamos convencerlo de la irrealidad de su convicción, justamente porque tiene certeza absoluta en lo que cree. 

Tenemos que despegarnos del contenido manifiesto de su discurso y ver un poco más allá de esta lógica, recordando que toda manifestación en acto que la persona pone en escena habla de sí. ¿Cuál es su imagen de sí mismo? ¿Qué quiere demostrar y a quién?

Obtener información biográfica es fundamental: comprender quién es, qué quiso ser y no fue, para quién fue, si alguna vez fue para alguien. 

Es importante intentar rescatar las partes sanas de ese sujeto, la imagen idealizada de sí mismo, para desde allí buscar el encuentro empático con el negociador. 

Si además el contenido de su discurso es de tipo místico-religioso o persecutorio, se tendrá que indagar en el contenido de ese delirio y ver qué características tienen sus personajes; esto nos va a dar la posibilidad de hacer alianza con alguno de estos personajes y lograr la persuasión. 

El negociador tendrá que evitar cualquier comentario o conducta que aliente la idea delirante de “complot” muy presente en el paranoico, que por otra parte es la psicosis más engañosa ya que la persona puede presentarse convincente, sin alteraciones aparentes en su pensamiento ni en otras áreas de su vida social y laboral ya que su delirio se encuentra “encapsulado”. 

Si el negociador llega a comprender la lógica del individuo con una posible enfermedad mental, se hará participe de su mundo delirante para a partir de allí poder establecer una relación de confianza y empatía. 

 

La evaluación de peligrosidad y riesgo


Cabe destacar que solamente el profesional de la salud mental es quien determinará si se trata de una persona con alteraciones mentales; el uso de la fuerza solamente se aplicará cuando se trate de un sujeto en condiciones de peligrosidad para sí o para terceros. 

El diagnostico de enfermedad mental no es sinónimo de peligrosidad; tampoco es sinónimo de imposibilidad de establecer una comunicación y persuasión. 

Otra de las dimensiones a evaluar por el negociador habrá es el riesgo “cierto e inminente”. 

Es aquí donde la subjetividad del negociador se pone en juego, dado que no existe metodología, ni indicadores definitivos y claros de lo que se da en llamar un “riesgo inminente”. 

La del riesgo inminente es un área gris que amerita una revisión bibliográfica de dicho concepto, y el encontrar algún instrumento de evaluación objetivo del mismo aplicable a una situación de urgencia donde dilatar o adelantarse a los hechos conllevaría graves consecuencias. 
 


(*) La autora, profesora Dra. María de Luján Echevarría, es un referente regional en negociación policial, gerenciamiento de crisis, resolución de conflictos complejos y psicología criminal. 

Vea sus antecedentes aquí.


 

 

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