Para resolver la inseguridad
se necesita lograr exclusión cero
La seguridad deriva de políticas
integrales y no de la "mano dura"
Por Bernardo Kliksberg
La delincuencia juvenil en América latina
Para los
latinoamericanos la inseguridad ciudadana es uno de sus principales
problemas diarios; por eso exigen soluciones. Tienen motivos fundados.
La región tiene la segunda tasa mayor de homicidios anuales del mundo
y duplica la que tenía en 1980.
En diversos países, se difunde la idea de que se deben apoyar políticas
de "mano dura". Esa visión apunta a un tratamiento básicamente policial
de todo el problema, enfatizado en medidas como dar más facultades a la
policía, permitir el encarcelamiento aun por infracciones menores para
dar ejemplo (la llamada tolerancia cero), considerar delito los signos
de pertenencia a pandillas, bajar la edad de encarcelamiento, acelerar
los juicios, implantar penas más severas, etc.
La realidad ha demostrado que el tema es más complejo. Los países que
han aplicado mano dura han fracasado en reducir el delito. Estudios
sobre El Salvador, Guatemala y Honduras, que aplicaron mano dura,
muestran que las cifras de inseguridad ascendieron y el número de
miembros de las maras (pandillas juveniles) aumentó (USAID).
A la luz de la experiencia y los datos disponibles para efectivamente
reducir el delito habría que considerar por lo menos las siguientes
cuestiones. Hay que diferenciar diversos tipos
de delincuencia.
Está por
un lado el crimen organizado, las bandas del narcotráfico, el
secuestro, el tráfico de personas y otras. Es imprescindible que la
sociedad se defienda frente a ellas y las desarticule aplicando el
máximo peso de la ley. Ello requiere apoyar una renovación profunda de
las instituciones policiales, modernizándolas, dotándolas de recursos y
capacidades técnicas.
Pero hay otro tipo de problema muy diferente: la delincuencia juvenil.
Los delitos de menores, que pueden comenzar por robos pequeños e ir
escalando. La evidencia indica que están profundamente ligados con el
hecho de que uno de cada cuatro jóvenes latinoamericanos están fuera del
sistema educativo y del mercado de trabajo. Carecen en muchos casos
también de un marco familiar. La pobreza, que causó no terminaran
primaria o secundaria, también desmembró sus familias. Eso los estimula
a formar parte de pandillas para tener algún lugar de pertenencia, y su
"acorralamiento social" los hace vulnerables al delito.
Así, un estudio muy reciente en Estados Unidos muestra que los delitos
de jóvenes subieron en ese país, y que ello estuvo ligado a la crisis y
al abandono de los jóvenes desfavorecidos por las políticas públicas.
The New York Times planteó editorialmente (30/12/08) que "la política
pública debería desestimular a los jóvenes de formar parte de gangs,
reteniéndolos en la escuela, consiguiéndoles trabajos y dándoles
programas de servicios sociales, y de consejería". El Congreso americano
aprobó por otra parte recientemente la "Ley de la Segunda Oportunidad",
que obliga al Estado a apoyar y tratar de insertar a los que salen de
las prisiones.
La delincuencia juvenil en América latina requiere políticas activas de
trabajo para jóvenes desfavorecidos, más educación, más protección de
sus familias, y servicios.
La mano dura agrava el problema en lugar de solucionarlo. Concluye el
estudio sobre los países centroamericanos con mano dura antes mencionado
que "muchos de los jóvenes jamás han experimentado una interacción
positiva con el Estado. Con frecuencia su única vivencia del Estado es
la policía haciendo arrestos y encarcelando".
En la práctica la aplicación de la mano dura ha llevado a empujar aún
más lejos de la sociedad a los jóvenes en riesgo y llenar las cárceles
de ellos. También ha preparado el camino para que ante la falta de
respuestas de la sociedad, puedan ser reclutados por el crimen
organizado.
Narcotráfico
y política económica
Señala una investigación de la Universidad Nacional de México sobre
dicho país: "la base de apoyo social del narcotráfico comprende a más
de 500.000 personas. Mientras no haya una política económica y social
para reducir la pobreza será difícil revertir la situación".
Los países exitosos en seguridad ciudadana han sido los de exclusión
cero, no los de tolerancia cero. Las menores tasas de delincuencia las
tienen países como Noruega, Finlandia, Suecia y Dinamarca. Sin embargo
tienen el menor número de policías por habitante.
Su éxito está en que han logrado abrirles plenas oportunidades de
inclusión a los jóvenes. Tienen garantizados salud, educación,
posibilidades de trabajo, y hay fuerte protección a la familia.
Hay que renovar el debate. Es necesario pasar a
políticas más integrales. Junto a fortalecer la policía para enfrentar
el crimen organizado, sanearla y profesionalizarla, es imprescindible
plantear alternativas a la juventud excluida de la región.
El presidente Lula (de Brasil) termina de
lanzar un programa en gran escala en esa dirección, "Tierra de Paz". Se
propone enfrentar la grave situación de criminalidad en las favelas de
Río con una inversión de más de 580 millones de dólares, dedicada a
inundarlas de servicios de salud, escuelas, oportunidades de
capacitación, de deporte y desarrollo cultural.
En Argentina, el Ministerio de Educación ha ofrecido a los
jóvenes que no terminaron la secundaria apoyos de toda índole para que
puedan completarla; hubo una estimulante respuesta.
América latina está en una encrucijada frente a el
fundamental problema de garantizar seguridad a sus ciudadanos: mano
dura, o "más de lo mismo" que viene fracasando, o respuesta integral.
Bernardo Kliksberg, autor de este artículo que tomamos del excelente
sitio web del diario “Clarín” (
www.clarin.com ) es Asesor
Principal para América Latina del PNUD, Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo. Gracias!
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