Cuál es el fundamento de la dirección
de empresas
El primer requisito para ser
eficaz como directivo es comprender cuál es el propio trabajo
Por Edgardo Frigo
Quienes dirigen una empresa desempeñan muchas tareas importantes. De
ellas tareas hay unas pocas, sólo seis, que son decisivas, el corazón
de su trabajo como líderes y deben ser realizadas adecuadamente. Estas
tareas fundamentales son:
- Definir cual es su negocio.
- Formular la estrategia general.
- Construir los valores del grupo de trabajo.
- Asignar los recursos de modo adecuado.
- Desarrollar un equipo gerencial de calidad.
- Monitorear minuciosamente el desempeño de la organización.
Quien dirige la organización puede delegar casi cualquier otra tarea,
salvo éstas:
1. Definir el negocio
Todo el mundo debe comprender en que negocio está la empresa, pero
ésto parece no ser fácil. Se requieren definiciones claras de los
productos o servicios que se proporcionan, de los mercados y clases de
clientes a quienes se sirve, del posicionamiento buscado en cada
mercado o segmento, de las distintas tecnologías que se emplean,
etcétera. Estas definiciones conceptuales son responsabilidad del
presidente. Se debería poder explicar en una sola frase qué hace la
empresa, porqué es única en su mercado y cual es su filosofía, su
forma particular de hacer las cosas.
Para guiar adecuadamente los esfuerzos de todo el equipo, también es
importante una nítida comprensión de cuales serán los negocios de la
empresa en el futuro. Todos los productos o servicios que hoy vende la
empresa, todos los mercados que atiende y la forma en que hoy se
realiza cualquier proceso, son parte del pasado.
El futuro será otra cosa: se atenderán nuevos mercados o segmentos, se
ganarán otros clientes, se proporcionarán productos distintos y cada
cosa se hará de otro modo. Para poder competir en el futuro -y estamos
hablando de dentro de tres a cuatro años, no del siglo XXII- no solo
se debe tener claro cual es el negocio actual; también se debe
comprender como están cambiando los negocios, los mercados y los
clientes.
2. Formular la estrategia
Llamamos estrategia al camino que elige una organización para alcanzar
sus objetivos.
El único que puede imponer una estrategia a toda la organización es su
directivo máximo. Los mejores directivos no solo diseñan una
estrategia teórica y luego dirigen su implementación desde las
alturas: encabezan el proceso de llevarla a la práctica, y su
compromiso personal queda claro para todos.
Estos presidentes conocen el ambiente de negocios, comprenden las
necesidades de sus clientes, detectan oportunidades, establecen
objetivos claros y movilizan a la organización para alcanzarlos. Como
dice Pearson, primero buscan mejorar las ventas y las ganancias de los
productos más fuertes y sus mercados más fuertes y a partir de allí, y
de las habilidades y recursos propios, buscan generar las ventajas
competitivas del futuro.
Diseñar un camino desde el presente hacia el futuro es otra
responsabilidad central del presidente. Generar una visión clara,
posible y seductora, planificar la acción a grandes rasgos, buscar un
posicionamiento claro y rentable y establecer firmemente una forma
distintiva de hacer las cosas son parte de sus tareas primordiales.
3. Construir los valores
El desempeño de una empresa está determinado por pocos elementos.
Probablemente los tres más importantes son la definición de cual es su
negocio y como van a realizarlo, las pautas de valores imperante, y el
nivel de desempeño de las personas.
El nivel de desempeño es especialmente crítico, porque determina la
calidad del esfuerzo que realizará cada colaborador.
Cuando los directivos toleran desempeños deficientes o mediocres,
generalmente eso es lo que obtienen; cuando no se hacen cargo de sus
responsabilidades y no buscan tenazmente los caminos para colaborar
con el logro de los objetivos de la organización, generalmente
obtienen equipos de trabajo poco eficaces y que no mejoran con el
tiempo.
El nivel desempeño que se exige de cada persona también se relaciona
con la actitud que tiene la empresa con respecto a la calidad, a las
necesidades de los mercados, al modo en que se buscan nuevas formas de
satisfacer a los clientes y a la manera en que se resuelven los
problemas. Hay empresas en las que se toleran problemas crónicos; en
otras se busca resolver cada problema rápida y completamente, evitando
que se reproduzca en el futuro. Evidentemente, éstas son las
competidoras más eficaces.
4. Asignar recursos
Como ocurre con cualquier recurso, los medios con que cuenta una
compañía -particularmente dinero y trabajo de personas- siempre son
escasos, y pueden asignarse de modos muy distintos.
Los gerentes ineficaces asignan recursos de modo incorrecto;
frecuentemente los dispersan en proyectos inadecuados, mal analizados
o fantasiosos, y suelen persistir en su empeño aún cuando ya ha
quedado claro que esta asignación de recursos es inadecuada. Esta
clase de gerentes gasta el dinero fácilmente, por ejemplo invirtiendo
en proyectos dudosos que no emprenderían con su propio patrimonio.
Los mejores gerentes, en cambio, concentran sus recursos para obtener
el máximo rendimiento, la máxima ventaja sobre la competencia o el
máximo valor para los clientes.
Se reconoce inmediatamente al gerente eficaz en el uso de recursos:
los maneja como si fueran suyos; siempre trata de obtener mayor
retorno sobre la inversión, y no esperan toda la vida a que un negocio
madure; eliminan rápidamente los negocios equivocados.
5. Desarrollar el equipo gerencial
Una de las principales causas del mal desempeño de una organización es
la falta de talento gerencial.
Controlar una empresa es un trabajo difícil, para el que la capacidad
de administración de los recursos disponibles y del trabajo de las
personas es crítico; requiere que cada uno -y particularmente quienes
tienen responsabilidades de supervisión- comprenda claramente su
propio rol, asigne trabajos apropiados para cada subordinado buscando
su desarrollo, y evalúe adecuadamente su desempeño.
En nuestros cometidos de consultoría, vemos que la falta de capacidad
gerencial es uno de los mayores impedimentos al progreso de las
empresas. Por una parte, se tolera durante largo tiempo desempeños
mediocres o inadecuados de parte de muchos gerentes, niveles de
desempeño que con frecuencia no son tolerados en los empleados no
jerárquicos de la misma organización. Por otra parte los directivos
vacilan y aplazan las decisiones importantes con respecto al estrato
gerencial, o creen que si esperan un poco de tiempo, tal vez dos o
tres años, convertirán a un gerente mediocre en eficaz. Esto, por
supuesto, es un disparate.
Las empresas se están manejando con cada vez menos gerentes y mandos
medios. Esto requiere que los gerentes remanentes se hagan cargo de
mayores responsabilidades, sean capaces de tomar decisiones bajo
presión sin dilatarlas, y mejoren continuamente su rendimiento y el de
sus subordinados a través del aprendizaje.
El máximo directivo ejecutivo debe comprender en qué sentidos debe
mejorar la actuación de la empresa, y qué clase de gerentes serán
necesarios para conducir la transformación.
Ya no hacen falta empleados incondicionales, leales o confidentes.
Ahora se necesita empleados eficaces, y especialmente jefes y gerentes
eficaces. Los empleados más eficaces deben ser promovidos y
respaldados políticamente; también deben ser recompensados por su
mejor rendimiento.
Se acabó la época en que todos los empleados del mismo nivel ganan lo
mismo. Cada empleado debería ser recompensado por su nivel de
rendimiento... lo cual aún no es del todo fácil.
6. Monitorear el desempeño
La última de las tareas centrales de los directivos es supervisar la
ejecución de las tareas cotidianas.
Los mejores directivos no dirigen por control remoto. Supervisan los
detalles de la ejecución, producen planes sensatos, descubren
rápidamente los problemas y los resuelven, reconocen tempranamente las
oportunidades y las explotan convirtiéndolas en negocios.
Estos gerentes no se orientan a promesas o a planes escritos: se
orientan a resultados concretos. No permiten que la empresa tenga un
desempeño menor a sus capacidades; no aceptan excusas por la
mediocridad y monitorean continuamente los costos y los resultados de
cada negocio, buscando mejorarlos.
No solo tienen los números de la empresa en su pantalla; saben qué
hacer con esos números porque conocen a la empresa, sus competidores,
sus clientes y la situación competitiva general, en la que descubren
nuevas formas de generar ventajas y de agregar valor.
El desempeño también se relaciona con el ambiente de trabajo en la
organización. Las empresas rutinarias, en las que cada día es igual al
anterior y en las que se reciclan las mismas ideas año tras año, no
brindan un ambiente estimulante para personas competentes, creativas y
que se hacen cargo de su propio crecimiento.
Modelar el ambiente de trabajo orientándolo a la acción, a la mejora
del desempeño, al rendimiento individual y grupal y a encontrar
mejores modos de hacer las cosas, es responsabilidad de la dirección,
espejo en el que se refleja toda la organización. El ejemplo personal
y su estilo son la guía que dirige el esfuerzo del conjunto.
En síntesis
El directivo que busque mejorar el desempeño de su empresa deberá
definir cual es su negocio, encabezar la formulación de la estrategia
general de la organización, construir los valores del grupo de trabajo
concentrándose en el rendimiento, asignar los recursos de modo
adecuado para alcanzar su visión, poner fuerte énfasis en consolidar
un equipo gerencial de calidad, y supervisar personalmente el
desarrollo de las tareas cotidianas y el desempeño de la
organización.
Cuando los ejecutivos se concentran en
estas tareas, se mejora drásticamente la eficiencia de toda la
organización.
El autor de este artículo, Prof. Edgardo Frigo,
es consultor especialista en management de Seguridad, experto en capacitación y director de este Foro
Profesional.
Vea sus antecedentes en https://www.forodeseguridad.com/frigo.htm
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